CONSTANZA NIETO
22 marzo 2021
3 min. lectura
Estas semanas una noticia ha ocupado y preocupado al sector empresarial europeo e internacional: la destitución de Emmanuel Faber como presidente y consejero delegado de Danone.
El relevo ha sido propiciado por parte de dos fondos internacionales, accionistas de la compañía. Estos fondos son lo que se conoce tradicionalmente como “accionistas activistas”. ¿Cómo se define a este tipo de accionistas? Son aquellos que tienen como objetivo la compra de participaciones en compañías con el fin de promover cambios en la estrategia y gestión en el corto plazo.
De hecho, Francesco Trapani, presidente y cofundador de Bluebell, uno de los fondos responsables de la destitución de Faber, aseguraba en una entrevista a Le Monde: «sé que los fondos activistas o los hedge funds tienen una imagen negativa. Pero somos inversores a largo plazo y queremos que este buque insignia francés lo haga mejor. Esto significará más puestos de trabajo y más impuestos pagados. Todo el mundo en Francia se beneficiará».
A pesar de estas declaraciones, el Financial Times asegura que los accionistas de Danone argumentaron contra el liderazgo de Faber que «el equilibrio entre los intereses de los accionistas y otros grupos de interés se había perdido».
Un equilibrio que Faber defendía en una entrevista para Fortune sobre el trabajo de la compañía para convertirse a nivel global en una empresa B Corp: «Queremos que Danone se convierta en una B Corp porque creemos que en el mundo en el que vivimos, y ciertamente en el mundo en el que estamos entrando ahora, se prestará cada vez más atención a la ética de las empresas y de las marcas por parte de los consumidores, los gobiernos, los empleados, la sociedad civil y muchos más».
Este activismo accionarial convive con un entorno empresarial y regulador cada vez más comprometido con el desarrollo sostenible.
A nivel empresarial existe una tendencia creciente a integrar la sostenibilidad y la creación de valor para todos los grupos de interés como la estrategia de negocio. Nuevas regulaciones como el Reglamento SFDR y la creciente exigencia por parte de la ciudadanía, que cada vez espera más responsabilidad y compromisos de las compañías, son algunos de los factores que explican los importantes avances en materia de sostenibilidad en los últimos años.
Quizás una de las variables más influyentes en esta evolución hacia la sostenibilidad es el comportamiento de las inversiones con criterios ESG (ambiental, social y de gobernanza): el 94% de los índices sostenibles analizados por BlackRock durante los primeros meses de la pandemia, superaron en desempeño a sus homólogos no catalogados como ESG.
En este contexto, el concepto de “activismo” representa cada vez más un cambio de mentalidad global y la búsqueda de modelos económicos y empresariales centrados en el bienestar de las personas y el planeta. Se habla de ciudadanía activista, CEO activistas, e incluso empresas activistas.
El activismo de los accionistas ha de ir mucho más allá de los resultados económicos y se ha de entender como la defensa de una visión a largo plazo y el compromiso con la creación de valor para todos los grupos de interés y para el planeta como una de las máximas prioridades.
Un modelo accionarial que debe ajustarse al futuro que necesitamos construir en el que las empresas vivan su propósito compartido con todos los grupos de interés y contribuyan al desarrollo de un mundo más justo y sostenible.
Directora de proyectos de sostenibilidad y comunicación. Lidera, coordina y desarrolla proyectos de consultoría y formación, impulsando la creación de...
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