El reto de las compañías en la “Era Inteligente”

MAITE REBOLLO

30 enero 2025

5 min. lectura

Artículos

Enero, conocido como el mes de reflexiones y nuevos propósitos, es además un momento en el que convergen grandes conversaciones globales. Se marca el punto de partida para hacer análisis de tendencias corporativas para 2025 y predicciones de los retos que vendrán este año. Comprender este contexto es un ejercicio esencial para las empresas que buscan adelantarse a los desafíos, gestionar riesgos y aprovechar oportunidades en un entorno de transformación acelerada.

La transición hacia la “Era Inteligente” -tema central en el Foro de Davos 2025- parece dominar la agenda internacional y pone de manifiesto una contradicción evidente: mientras la innovación tecnológica avanza a un ritmo vertiginoso, la confianza en las instituciones y la cohesión social se resquebrajan. El Foro Económico Mundial en Davos lo ha dejado claro: debemos evitar que esta transformación amplíe las desigualdades y profundice los riesgos globales.

En el corto plazo, la desinformación y la polarización amenazan la estabilidad global, mientras que, a largo plazo, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad se perfilan como los principales riesgos marcados en el Global Risk Report 2025; un informe de referencia que publica anualmente el Foro Económico Mundial en el que perfilan cuáles serán los riesgos más significativos en próximos años. La gobernanza de estos desafíos es incierta, pues la confianza en los gobiernos sigue cayendo. Según el estudio Trust Barometer de Edelman, el 62% de la ciudadanía confía en las empresas, y espera que asuman un liderazgo que los Estados han sido incapaces de ejercer. Asimismo, un 85% de los encuestados considera que las empresas tienen la obligación de ofrecer empleos bien remunerados y capacitar a sus empleados para ser competitivos. Este dato refleja un cambio en las expectativas, las compañías ya no son valoradas únicamente por su rentabilidad, sino por su capacidad para impulsar el desarrollo, reducir desigualdades y fortalecer la cohesión social en un entorno de transformación constante. La pregunta es si el sector privado está preparado para desempeñar ese papel.

Mientras tanto, el informe anual de Intermón Oxfam “El Saqueo Continúa: Pobreza y desigualdad extrema, la herencia del colonialismo” aporta una perspectiva demoledora: la riqueza de los milmillonarios ha crecido a un ritmo que duplica el de la inflación, mientras que la erradicación de la pobreza extrema avanza con lentitud; el número de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza establecido por el Banco Mundial representa actualmente el 44% de la población mundial. Una realidad que no es ajena al 65% de la ciudadanía que, según apunta el Trust Barometer de Edelman, considera que el egoísmo de los ricos causa gran parte de los problemas. Esta disparidad no solo genera tensiones económicas, sino que alimenta la desconfianza y el descontento social, factores que, como alerta el Global Risk Report, pueden derivar en conflictos geopolíticos. En esta línea, el Trust Barometer nos deja otro dato alarmante: una de cada diez personas cree en el activismo violento como un medio viable para impulsar el cambio.

En este contexto, el papel de la tecnología puede ser esencial. Ya en 2016 Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, hablaba sobre esto en su libro “La cuarta revolución industrial”, que apunta a una revolución liderada por áreas como la inteligencia artificial (IA), la computación cuántica, el blockchain, la biotecnología y la energía nuclear. Existe la promesa de que esta rápida transformación e innovación haya llegado para impulsar la productividad y mejorar el nivel de vida para todos.

En ese sentido, Schawb abría la conferencia de Davos 2025 hablando de abrazar “el optimismo constructivo” para cimentar una era -inteligente- en la que cada ser humano pueda desarrollar todo su potencial.

Tal vez la clave de todo esto resida en la llamada “inteligencia social”, que trata de comprender los impactos sociales más amplios de la tecnología y garantizar que la “Era Inteligente” fomente una mayor inclusión y equidad, en vez de división y polarización. El éxito de iniciativas como Deepseek, la nueva inteligencia china que pretende desmarcar a Silicon Valley, demuestra que existe una creciente conciencia sobre el potencial transformador de la IA, cuando se desarrolla con una visión más accesible. «Creemos que los servicios de IA y de API deberían ser asequibles y accesibles para todos», afirmó su fundador, reafirmando su apuesta por el código abierto y en definitiva por la democratización de la inteligencia artificial. 

El avance de la IA también abre una oportunidad única para construir sistemas más justos e inclusivos, desarrollando algoritmos con principios de equidad y diversidad que ayuden a reducir sesgos, ampliar el acceso a oportunidades y mejorar la toma de decisiones en múltiples ámbitos. La inteligencia artificial responsable es una herramienta clave para diseñar un futuro en el que la tecnología potencie el bienestar social y refleje la diversidad y la complejidad de la sociedad.

Quizás, la “Era Inteligente” no deba medirse únicamente por la velocidad del desarrollo tecnológico, sino por su capacidad para generar un impacto positivo y equitativo. “La cuestión no es cuanto crecimiento, sino qué tipo de crecimiento queremos” plantea Daniel Sussikind (profesor y autor de “A world without work”).

En definitiva, nos encontramos en un punto de inflexión. La intersección entre tecnología, desigualdad y crisis climática definirá la próxima década. La gran cuestión es si los actores globales—gobiernos, empresas y sociedad civil—serán capaces de generar un nuevo pacto de confianza, y ya puestos, de colaboración «con todos los que estén abiertos a ella”, como apuntabaUrsula von der Leyen durante su discurso en Davos.

Una vez más el foco debe ponerse directamente en las empresas, que emergen como uno de los actores con mayor credibilidad ante la ciudadanía y cuentan con la capacidad de innovar, movilizar recursos y escalar soluciones. La crisis de confianza en las instituciones y el descontento social sitúan al sector privado en una posición de liderazgo, pero también de responsabilidad.

Las compañías que integren la sostenibilidad en su estrategia no solo mitigarán riesgos reputacionales y regulatorios, sino que fortalecerán su resiliencia y competitividad en un entorno volátil. La clave no está en los compromisos aislados, sino en la adopción de modelos de negocio que generen valor compartido. En la “Era Inteligente”, las empresas que contribuyan a reducir desigualdades, fomentar la transparencia y promover una transición justa no solo sobrevivirán, sino que liderarán el futuro.


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MAITE REBOLLO
Consultora en Sostenibilidad & ESG

Consultora en sostenibilidad & ESG. Forma parte del equipo de consultoría de CANVAS con dedicación a proyectos de doble materialidad,...

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